domingo, 25 de febrero de 2007

La gota que nos envenena poco a poco

Pura y cristalina, así nace esta gota de agua en los bosques de la Malinche, descendiendo poco a poco entre árboles, pastos y piedras. Ni ella ni tú saben lo que les espera. El recorrido es de unos ochenta kilómetros. El cambio es radical. La pureza se vuelve veneno, el mismo que por ignorancia nos va matando poco a poco. La negligencia es total…



Los fines de semana me gusta explorar lugares poco concurridos. Descubrir los alrededores de Puebla me ha permitido encontrar pequeñas joyas que poco valoramos y que mucho nos comunican sobre las tradiciones e historia de nuestro estado. Esta ocasión el hallazgo no fue nada agradable. Todo lo contrario, mientras más exploraba, mayor la sorpresa y desilusión. La aventura empezó siguiendo el cauce del Atoyac, ese río negro y pestilente que apenas hace unos años nuestros padres cuando niños podían disfrutar para nadar o pescar.
Hoy la pesca está garantizada, pero en lugar de peces hay zapatos, botellas, pañales y hasta una cabeza de cerdo flotando
Hoy la pesca está garantizada, pero en lugar de peces hay zapatos, botellas, pañales y hasta una cabeza de cerdo flotando. Todo ello aderezado con un caldo de toxinas y espuma de detergente por doquiera. Apenas un par de kilómetros después de La Vista y Lomas de Angelópolis la cortina de cemento es imponente, hay una cascada artificial que provoca una brisa de mugre y un hedor indescriptible. La presa cumple un sólo propósito: desviar aproximadamente una cuarta parte del Río Atoyac por un acueducto con dirección al sureste, no tan al este como para llegar a Valsequillo, ni tan al sur como para llegar a Chipilo… ¿a dónde irá tanta agua me preguntaba? Para allá sólo hay montañas… ¿a dónde irá la pintura de las fábricas textiles, el detergente, los químicos industriales y todos los desechos de Puebla y Tlaxcala?

El descubrimiento vino el fin de semana siguiente. Tras las montañas que dividen a Puebla de Atlixco, más allá de las famosas antenas donde se avientan en parapente, hay un gigantesco valle que desciende hacia la región de Atlixco, es toda la planicie que tienes a la izquierda cuando viajas en la autopista ya de bajada hacia la ciudad de las flores. Ahí, al fondo de este valle vino la sorpresa.
El lugar es hermoso como pocos, digno de postal. Todo el campo está verde, lleno de hortalizas, flores y árboles que dividen distintos terrenos. El agua corre por doquiera. ¿De dónde nace tanta agua, si las montañas son áridas y al otro lado está el Valle de Puebla? La curiosidad crecía al recorrer tan fértiles tierras. La sospecha nació al ver un caudaloso canal de aguas negras… ¿pero cómo es posible, si hacia arriba sólo hay montañas?

En Puebla tenemos una maravillosa obra de ingeniería hidráulica. Enclavada en las montañas que dividen a Puebla de Atlixco hay un tubo de un medio kilómetro de largo y unos dos metros de diámetro que baja de la montaña. Al final hay una central eléctrica con gigantescas turbinas del tamaño de un autobús. Generan electricidad con el drenaje que apenas unos kilómetros atrás se desviaba del Atoyac en Puebla para luego entubarse y poder atravesar las montañas. Confieso que al constatar esto desapareció el mágico velo que tenía desde la infancia: la fertilidad de Atlixco no era producto de arroyos naturales, sino del caño de Puebla. El descubrimiento fue como un balde de agua fría: la belleza era producto del veneno, ni más ni menos.
La triste realidad es que el agua que sale de tu escusado es la misma que riega las zanahorias, lechugas y jitomates que compras en el súper.

La triste realidad es que el agua que sale de tu escusado es la misma que riega las zanahorias, lechugas y jitomates que compras en el súper. Eso sucede en alguna medida en los cultivos de la zona de Tepeaca y Tehuacán, pues la presa de Valsequillo vierte sus aguas en esos valles. Ahí el consuelo es que la presa y el lirio acuático algo filtran y el extenso recorrido hasta esos valles también contribuye a medio limpiar el agua. En el valle de Atlixco en cambio, el veneno viaja escasos 25 kilómetros para nutrir las lechugas que comes en casa. No pasa por una sola planta de tratamiento, ni por un filtro natural ni por nada que se le parezca. El crimen ha estado ahí presente por años. Yo nunca lo había oído mencionar, seguramente tú tampoco. Sin embargo puedes estar totalmente seguro que de tu escusado a las hortalizas que llegan a tu mesa provenientes de esa región sólo las separan una pequeña cortina de cemento cercana a La Vista, un breve recorrido en tubo y absolutamente ningún filtro.
Este y los anteriores gobiernos han cometido un atentado contra nuestra salud. Lamentablemente como nadie ve esta realidad, no sale en la prensa. Entérate pues que el plomo, las toxinas y demás desechos si llegan y de forma directa a tu mesa.
Invito a las escuelas y universidades a que hagan excursiones a estos lugares y vean que todo esto sucede cada minuto de cada hora de cada día y nadie hasta ahora hace nada. Hemos dejado que la gota cristalina de la Malinche se envenene al llegar a Puebla y de aquí la entubemos rumbo a Atlixco, para nutrir nuestra comida. ¿Te vas a quedar callado?

¿Desquitaste tu sueldo? mes 2

Varias semanas han tenido los funcionarios para hacer su chamba, pero ni un dedo han movido. Los tres pendientes siguen: 1. los gastos detallados de gobierno, como los exige la ley, nada más no aparecen en el portal de transparencia. 2. las solicitudes en línea siguen siendo imposibles de realizar y 3. el gobierno está siendo cómplice de un ladrón que se robó el domino puebla.com.mx para uso personal. A ver si para el próximo mes ya se pusieron a trabajar…

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